jueves, 21 de mayo de 2009

Por la orilla del Guadalquivir



Hasta medidados del siglo XIX no hubo otro puente para cruzar a Triana; un puente flotante que se pudría y que se iba a paseo en cada crecida. Para jubilar a aquél, se inauguró en 1852 el elegante puente de Isabel II o de Triana.




Aguas abajo del puente se dilata la pétrea explanada del antiguo muelle de la Sal, que hoy forma parte de un paseo fluvial arbolado donde la gente corretea, monta en bici....

También hay quien se acerca al monumento a la Tolerancia, un movimiento de atracción en el que algo tiene que ver la ley de la gravitación universal. Dejando atrás la escultura, se llega en un minuto a la altura de la plaza de toros de la Real Maestranza. Aunque sus orígenes se remontan a los albores del siglo XVIII, fue en 1761 cuando comenzó a construirse esta plaza casi-casi redonda, donde caben 12.500 espectadores.



Teléfono: 954-210-315
Más información: http://www.realmaestranza.com/
Los horarios son: Hay visitas guiadas todos los días, mayo-octubre (9.30-20.00) y noviembre-abril (9.30-19.00).
Precio: 6 euros


Poco más adelante se descubre se descubre otra llamativa arquitectura circular, pero ésta de 1991: el Teatro de la Maestranza. Aquí hay que perder de vista el río un rato para rodear el teatro y visitar, en la calle de Temprado, el hospital de la Caridad, tiene la fachada decorada con terracota y azulejos que los expertos dicen que es de lo mejor del Barroco sevillano.




Teléfono: 954-223-232



Más información: http://www.santa-caridad.org/



Los horarios son: de lunes-sábado (9.00-12.30)



El precio es de 5 euros.



De vuelta en la ribera del Guadalquivir, el hormiguear de mil forasteros alrededor de la torre del oro y la megafonía atronadora de los barcos anunciando los cruceros panorámicos recuerda, a poca imaginación que se tenga.


También ligado al río y a las navegaciones está el palacio de San Telmo, cuya portada churrigueresca se otea a la izquierda, nada más rebasar el puente homónimo.


Hay que separarse nuevamente del río y meterse por la calle de Palos de la Frontera, entre el palacio y el hotel, para avanzar dejando a mano izquierda la antigua Fábrica de Tabacos y, a la otra mano un parquecito en el descuella la cúpula del Casino, edificio neobarroco que, junto con el vecino teatro Lope de Vega.

La calle acaba en la glorieta de San Diego, donde se halla el acceso principal al parque de María Luisa, en el cual se ha de doblar a la diestra para buscar el monumento a Bécquer.

Cerca también de la entrada, pero a la izquierda, se encuentra la plaza de España, un agóra semicircular de 180 metros de diámetro que está abrazada por una ría y ésta, a su vez, por un edificio de labrillo con dos altas torres en los extremos y una gran logia claustral en la planta baja, cuyos arcos de medio punto se apoyan en dobles columnas de mármol blanco.

Fuentes, estanques, canales e incluso cataratas, amenizan el paseo hasta el extremo meridional del parque, donde se abre la plaza de América. Aquí, cita con Sevilla milenaria en el Museo Arqueológico.





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