de la capital del polvorón, la Astapa púnica que en año 206 antes de Cristo invento
el postre, nada dulce por cierto, que luego se puso de moda en todas la guerras contra
los romano: el suicidio en masa. Once empresas se dedican a la elaboración
de polvorones y mantecados, y en una de ellas, La Estepeña, hay un museo que es una
fiel reproducción de un obrador de finales del siglo XIX.
El otro símbolo (este, no comestible) de Estepa es la torre de la Victoria, un antiguo
campanario barroco de 44 metros que domina buena parte de la campiña.
Tampoco es baja, 26 metros, la torre del homenaje del Alcázar, que está en lo más alto
del cerro, junto a otros restos del recinto amurallado que construyeron los moros
y los caballeros de Santiago, unos después de otros, claro.
En la Oficina de Turismo (Teléfono: 955-912-717; Más información: http://www.estepa.com/)
ofrecen visitas guiadas para grupos e individuales desde 2.50 euros.
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